Cada pueblo de la montaña
tiene su paisaje propio
y dentro de este
con su costado
un río que le canta.
Hay ríos que se impone
por su frénito brevío
otros son hilos de plata
que entreteje suspiros en la fronda.
El Trujillo es el Castán,
que alfombra de trinos los pies de la urbe.
El verano se dibuja como una cinta de azogue.
En invierno
brama como un toro salvaje.
Hay veces que sus recias crecidas
arrastra grandes troncos,
troncos secos, flotantes,
como vídas inútiles.
Si embargo, yo he visto
sobre un tronco de esos
cabalgar un orquídea,
un orquídea serrana,
simbolo de vida y belleza.
MARIO BRICEÑO PEROZO
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