martes, 25 de septiembre de 2018

ARTISTA PLASTICO DE PETARE



PERFIL DEL ARTISTA

BARBARO RIVAS NACIO PINTANDO

"A mi nadie me enseña a pintar. Las pinturas me las pinta Dios cuando estoy soñando"

En Bárbaro Rivas la pintura surge espontaneare, no responde a reglas ni técnicas establecidas por la academia, porque a Bárbaro Rivas nadie le enseñó a pintar. Su talento y creatividad fueron innatos; su temperamento artístico y la necesidad de expresarse le bastaron para dar forma a hechos de la vida diaria, experiencias personales y religiosas. De manera autodidacta e intuitiva se dedicó a relatar en imágenes la vida rural de Petare, y con ellas, también su propia vida.

































Bárbaro Rivas. LA ULTIMA CENA


Bajo su pincel, la pintura ingenua rebasa lo descriptivo, lo anecdótico y local, pues el artista centra su interés en una intención extra-artística que la convierte en testimonio espiritual y vehículo de divulgación, lo que lo acerca al primitivo arte cristiano utilizado como medio para divulgar en imágenes las sagradas escrituras.

Su vocación artística es inseparable de su vocación espiritual, y en su pintura coinciden ambas actitudes.

En este impulso de expresar lo sagrado y su manifestación en lo visible y existente lo acompañan su gran fe, su atormentado espíritu y la angustia que llena de sombras o ilumina sus obras, a la par que su existencia.

De allí que la pintura proyecte estados anímicos complejos, experiencias y emociones encontradas que pasan por lo melancólico, lo cómico, lo eufórico y lo místico.

Su condición analfabeta no resultó una limitante para su temperamento artístico. Inspirado en imágenes inconscientes que surgen del ensueño como una revelación, en la tradición oral cristiana, los cantos litúrgicos, estampas religiosas, fotografías y reproducciones, el artista se aventura a recrear con gran libertad escenas bíblicas, anécdotas, celebraciones populares y religiosas.














Bárbaro Rivas. BARRIO CARUTO EN 1925 1955.





PINTOR DE REVELACIONES Y TRADICIONES

Dentro de la pintura de Bárbaro Rivas se distinguen recurrentemente tres núcleos temáticos. Por su importancia, el primero de ellos es el religioso, en el que conjuga la historia bíblica con la tradición religiosa del pueblo de Petare. Su mirada impregnada de religiosidad transforma los espacios más cotidianos en escenario de la historia sagrada, en algunos casos recurre a imágenes y en ocasiones prescinde de ellas para realizar su propia interpretación del tema, que retorna una y otra vez.

Los autorretratos constituyen un núcleo importante dentro de la pintura de Bárbaro Rivas, que es uno de los artistas venezolanos que más veces se autorretrató en un período de tiempo relativamente breve, 1954 -1966. Aunque algunos parecen tener referencia en la fotografía, muestran en general la transformación física del artista, su deterioro y cambios de personalidad a través de los años.

El conjunto de obras en las que interpreta paisajes, tradiciones y acontecimientos de la vida cotidiana convierten a Bárbaro Rivas en un cronista de Petare.

Sus pinturas narran y recrean tradiciones, cotidianidades, fiestas y ritos, por lo que constituyen una fuente documental de las principales actividades del pueblo a principios del siglo veinte.





























Bárbaro Rivas. LA CASA DEL PINTOR 1956.







LA PINTURA COMO JUEGO, DESCANSO Y ALEGRIA

Del temperamento artístico de Bárbaro Rivas surgen insólitas fórmulas para resolver el espacio, la perspectiva y el color, soluciones espontáneas e innovadoras hechas a la medida de cada obra emprendida y muy distantes a las de la academia.

El artista crea un espacio multidireccional y distorsionado producto de su invención.

En este espacio impone su manera de ver, en la que objetos y personajes pueden percibirse simultáneamente de frente, desde arriba y desde abajo.

El uso de pendientes diagonales que parecen crear un caos nos remiten al orden que otorga el artista a cada objeto representado.

Allí su mirada se cruza con la nuestra, toca nuestra sensibilidad perceptiva y despierta imágenes en nuestra memoria, lo que nos permite organizar, contemplar y privilegiar en ese espacio aquello que nos motiva.

Con el color logra separar los motivos representados, crear contraste y darle dinamismo a la composición.

Su uso exacerbado responde a una finalidad expresiva y representativa del artista en su acercamiento a la naturaleza, al mundo que lo rodea y a lo religioso.

La variedades de acabados y calidades pictóricas que logra, el empleo de sutiles mezclas, blancos, trasparencias y grises, confirman su innato sentido del color.

El artista no compone la escena a partir de la perspectiva sino del tema, y privilegia el carácter narrativo por encima de la representación de la realidad, como es el caso de las escenas pintadas de manera sucesiva pero que ocurren en tiempos distintos.

Crea espacios en una pintura fundamentalmente plana, genera un equilibrio en el que ningún color anula o se impone sobre otro, y con intención expresiva y ornamental ensaya incorporar material extra-plástico a través de la técnica del encolado.

Bárbaro Rivas no usaba caballete, pintaba sobre soportes de mediano formato que apoyaba en cualquier superficie disponible.

Su hallazgo significó para el arte venezolano el restablecimiento del vínculo con el arte sacro local. 

Al margen de los principios académicos, este artista desarrolló una pintura de gran sensibilidad, en la que la composición simplificada, el color exacerbado, la deformidad anatómica, la distorsión espacial y la mezcla de géneros son eco de su espontaneidad.

La determinación y devoción con que logró crear su propia idea de la pintura dan a su obra esa singularidad y valor excepcional dentro de las artes plásticas venezolanas.



























Bárbaro Rivas. EL NAZARENO DE PETARE 1964.





























Bárbaro Rivas. PAISAJE CON FERROCARRIL 1962.












































































Fuente: Revista Participarte. Nº1. pp. 8 - 11. Caracas - Venezuela. 



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