Cuando abrimos los ojos al mundo, y observamos asombrados lo que nos rodea, el primer rostro que visualizamos es el de nuestra madre, y la nutriente que nos da su leche materna. Es indescriptible el amor que sentimos por ella. Nos acostumbramos tanto a su protección, que solamente cuando se nos va para siempre, tardíamente reflexionamos, y nos damos cuenta que no fuimos capaces de comprender lo que verdaderamente valía. No hay nada comparable al amor de una madre. Nada nos llena tanto como ella. Ni la fama, ni la gloria, ni el dinero. Felices los que poseen la dicha de tenerla, de recibir su bendición y de acobijarse en su pecho. Demuéstrenle en vida ¡cuánto la aman! Ningún sacrificio que haga es suficiente al ver la alegría que reflejan sus ojos, cuando la abrazamos y le decimos Madre, aquí estoy porque sé que me necesitas. ¡No te dejaré nunca! ¡Te amor! ¡Bendíceme!
Andrés Eloy Blanco, en su poema “El Regreso a la Madre ”, decía:
Cuando falte a mis hombros, madre mía, la fuerza,
cuando cerca del surco cuando me siembren llegue;
cuando ya hasta el más leve remolino me fuerza
y hasta el peso del alma me doblegue…
tu recuerdo, ese fardo de diamante,
seguirá siempre firme sobre mis hombros muertos,
¡porque en todas mis penas AMOR es un gigante
Y el cariño es un Hércules con los brazos abiertos!
Madre: En este coloquio feliz de mi regreso
dos cielos bendigamos:
La patria, donde nuestro corazón está preso;
la madre, que es la patria que primero habitamos.
Y déjame dormir sobre tu traje,
sobre tu vientre, escena de mi primera aurora,
para soñar que voy por un ramaje
donde se oculta un nido, con una ave que llora.
El día de las madres fue creado en el año de 1914, cuando Ana Jervis, nacida en 1864 en Grafton, Virginia, Estados Unidos; persuade con su gran elocuencia a dos senadores, para que presentaran un proyecto de ley que disponía la observancia del Día de las Madre; el cual fue aprobado por las dos cámaras. El presidente Wilson firmó la proclama para que el segundo domingo del mes de mayo del mes se celebrara el Día de las Madres en el territorio norteamericano. La verdadera alegría para Ana Jervis fue aquella en que el presidente Woodrow Wilson firmó el decreto, por lo cual se vio recompensada, logrando que en los años subsiguientes se honrara a las madres el segundo domingo del mes de mayo; extendiéndose por todo el mundo éste día a partir de los años 40.
Ana Jervis fallece en 1948, con la satisfacción de haber dejado una hermosa labor cumplida.
Ligia Chapman
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