La poesía es la música del alma hecha caracteres.
San Juan Pablo II.
LA CANTERA
I
EL MATERIAL
1.
Escucha el ruido de
los martillos y su cadencia
monótona;
lo hago resonar en los hombres
para medir la fuerza de los golpes.
monótona;
lo hago resonar en los hombres
para medir la fuerza de los golpes.
Escucha la corriente
eléctrica
que se distiende como un río de piedra.
que se distiende como un río de piedra.
Un pensamiento se
afirma en mí con mayor fuerza:
la grandeza del trabajo está en el hombre.
la grandeza del trabajo está en el hombre.
A la mano dura,
agrietada,
el martillo de algún modo la refuerza
y en la piedra se resuelve de otra forma el pensamiento
cuando la energía del hombre,
separándose de la fuerza de la piedra,
parte, en el sitio preciso, la arteria plena de sangre.
el martillo de algún modo la refuerza
y en la piedra se resuelve de otra forma el pensamiento
cuando la energía del hombre,
separándose de la fuerza de la piedra,
parte, en el sitio preciso, la arteria plena de sangre.
Mira, como el amor
se alimenta
de una cólera profunda.
de una cólera profunda.
Ella se desliza en
el aliento de los hombres,
como río movido por el viento.
como río movido por el viento.
Río inefable, que
rompe las más duras cuerdas vocales.
Y los transeúntes
huyen a refugiarse tras las puertas
y algunos susurra con respeto: “¡Cuánta fuerza hay en
ello!”
y algunos susurra con respeto: “¡Cuánta fuerza hay en
ello!”
No temáis. Las cosas
humanas tienen amplias riberas.
No se les puede
contener por largo tiempo
dentro de un canal angosto.
dentro de un canal angosto.
No temáis. Todas esas
cosas desde hace siglos
están en Aquel que se revela
a través del ruido igual de los martillos.
están en Aquel que se revela
a través del ruido igual de los martillos.
2.
Bloques de piedra
unidos: el hilo de baja tensión
corta profundamente su carne, como látigo invisible.
corta profundamente su carne, como látigo invisible.
Las piedras conocen
ya esa violencia
Cuando un soplo intangible
talla
su tan antigua cohesión,
arrancándolas a su eternidad elemental,
las piedras saben ya de esa violencia.
su tan antigua cohesión,
arrancándolas a su eternidad elemental,
las piedras saben ya de esa violencia.
Sin embargo la
corriente sola no abolería su potencia,
sin aquel que tiene esta fuerza entre sus manos:
el obrero.
sin aquel que tiene esta fuerza entre sus manos:
el obrero.
3.
Las manos son el
paisaje del corazón.
Pero a veces se
parten en pedazos
con barrancos cavados por una fuerza imprecisa.
con barrancos cavados por una fuerza imprecisa.
Esas manos el hombre
no las abre de nuevo
sino hasta que se hayan cansado de trabajar.
sino hasta que se hayan cansado de trabajar.
Y las mira: gracias
a él irán en paz hacia otros hombres.
Las manos son un
paisaje. Cuando se parten,
la pena mana de sus llagas, como un torrente liberado.
la pena mana de sus llagas, como un torrente liberado.
Pero el hombre no
piensa en el dolor.
El dolor no tiene
grandeza por sí mismo,
y su verdadera dignidad, no puede él definirla.
y su verdadera dignidad, no puede él definirla.
4.
No, no son sólo las
manos
Las que asestan el
golpe del martillo,
ni el torso henchido, ni los músculos tensos,
sino el pensamiento quien modela su obra,
profundo, y que se anuda en arrugas sobre la frente
y une hombros y venas sobre la cabeza
como una bóveda de ojivas.
ni el torso henchido, ni los músculos tensos,
sino el pensamiento quien modela su obra,
profundo, y que se anuda en arrugas sobre la frente
y une hombros y venas sobre la cabeza
como una bóveda de ojivas.
5.
Así, por un
instante, se convierte él en edificio gótico,
que atraviesa la vertical del pensamiento y de los ojos.
Y se vuelve no
solamente un perfil,que atraviesa la vertical del pensamiento y de los ojos.
no sólo una simple silueta entre la piedra y Dios,
condenado a la grandeza y al error.
condenado a la grandeza y al error.
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