miércoles, 5 de noviembre de 2014

JUAN CRISTOBAL NAPOLES FAJARDO (CUBA 1829 - 1861) POR CARLOS TAMAYO RODRIGUEZ

































A DIOS

Cuando fijo el cielo una mirada
y admiro en el zenit resplandeciente,
esa nube de fuego refulgente
que la creación bendice anonadada;

Cuando en la noche lóbrega y callada
aparece la luna por Oriente,
y oigo el rumor continuo del ambiente,
y el ruido natural de la cascada;
cuando el bóreas se agita con violencia
y azota al litoral el mar profundo
¿quién dudará, Señor, de tu existencia?

Yo inclino la cerviz meditabundo
y admirando, gran Dios, tu omnipotencia,
me olvido de los hombres y del mundo.



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EL AZUCAR BLANCO
(Fragmento)

Canto apologético

Colmado de alegría
y en estilo jovial, sencillo t franco
la voz alzo este día,
y al pobre son de la bandurria mía
canto la gloria del azúcar blanco.

Yo canto esa sustancia
de brillo hermoso, de sabor tan grato,
porque sin repugnancia
siempre la vi desde mi tierna infancia
de mi redonda mes junto al plato.

Causa de mis placeres
siempre la azúcar fue donde he morado:
por eso las mujeres
cuando apoyaba yo sus pareceres
me llamaban galán almibarado.

Entre ellas con despejo,
sin derrochar y sin perder la chola,
fue dulce mi manejo,
y ahora, señores, aunque no soy viejo,
almibarado soy para una sola.

No es la azúcar por cierto
comida solo del potente fúcar,
porque muy bien advierto
que el jornalero y el gañán experto
y el guajiro infeliz, comen azúcar.

De azúcar se pertrechan
el ciego, el jorobado, el cojo y manco,
ninguno la desechan,
y los niños en Cuba se despechan
con el brillante y dulce azúcar blanco.

El mísero africano
a quien amaga porvenir mezquino
y se lamenta en vano,
bajo el vino fulgor del sol cubano,
endulza con azúcar su destino.




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Sin los blancos terrones
no hubiera en Cuba tantos opulentos,
ni de extrañas naciones
acudieran cien mil embarcaciones
contrastando la fuerza de los vientos.

De las tierras lejanas
no acuden ¡vive Dios! los extranjeros
a ver nuestras sábanas
ni a contemplar las verdes palmas-canas,
ni (a) admirar los esbeltos cocoteros.

Del uno y otro polo,
-y me atrevo a jurarlo por San Lúcar
O por el grande Apolo-
a las playas de Cuba vienen sólo
por sabrosas nuestro brillante azúcar.

En ese tono de jácara, de guángara, podía el bardo incluir, con disimulo, el lamento esclavo:

Por eso yo la ensalzo
al pobre son de la bandurria mía,
yo su valor realza,
y prefiero más bien andar descalzo
que dejar de comerla un solo día.

El mísero africano
a quien amaga porvenir mezquino
y se lamenta en vano,
bajo el vivo fulgor del sol cubano
endulza con azúcar su destino.

No es la azúcar por cierto
comida sólo del potente fúcar,
porque muy bien advierto
que el jornalero y el gañán experto
y el guajiro infeliz, comen azúcar.


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