Ese cielo. Este mar. Aquella noche.
El azul más allá de tus pupilas.
La expresión de tu boca indefinible.
Y el dolor infinito del recuerdo...
¿Ficción o realidad?
Una mirada. ¡Una mirada para mí no basta!
Y siento miedo al pronunciar tu nombre.
Yo abismé mi pasión en otros ojos.
Yo puse fuego mío en otras bocas.
Yo estuve prisionero en otros brazos.
Y ahora sólo tengo una tristeza
que se tiñe de azul cuando te amo.
Ängel Azul: ¿Por qué no me abandonas?
¿Por qué no desandar este camino
donde murió la fe sin dejar huellas?
Déjame perseguirte entre las brumas.
Déjame verte con mis ojos ciegos.
Déjame oír tu voz en el silencio.
Déjame acariciarte en la distancia.
Sin amor. Sin nostalgia. Sin deseo.
Rompamos para siempre las amarras,
las redes y los hilos transitorios
o eternos que nos unen.
Ofrenda tu pasión a quien no te ame.
O a quien te quiera como nadie quiso.
Pide al cielo y al mar nubes y espumas.
¡Ama, existe, vive, canta!
Y dile al tiempo que lo borre todo.
Todo el azul de tantas ilusiones.
¡No más azul! ¡No más azul celeste,
ni fluvia, ni marino, ni nocturno!
Sólo la luz...
Para borrar del tiempo tu imagen
y tu nombre.
Y mañana. Mañana. Tal vez nunca.
Cuando el rostro de Dios se haga visible.
Ángel Azul: Si vienes a buscarme,
encontraré un rescoldo en las cenizas
y encenderé la última esperanza.
SERGIO CHAPMAN PETITT
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