LA VOZ QUE ME DESPIERTA
Beatriz Villacañas
El libro de poesías que ha venido a nuestras manos desde Madrid,
con pie de imprenta en el presente año, que lleva la firma de la escritora,
poeta, filóloga y ensayista Beatriz Villacañas, que ha tenido a bien titular
“LA VOZ QUE ME DESPIERTA”, con sello editorial de Ediciones Vitruvio y
perteneciente a la Colección Baños del Carmen, constituye uno de los mayores
aportes poéticos en lengua castellana de los últimos tiempos.
Es así que un nuevo manual de la buena
poesía ha salido a la luz, con la solvencia que le conocemos a la autora
toledana residente en Madrid, desde donde recorre el mundo con su palabra.
Mucho se ha valorado que la nueva
dimensión digital nos haya permitido acceder a obras recientes o rescatadas de
autores cuyas ediciones no son o no han sido fáciles de conseguir, y este
soporte permite que el conocimiento sea asequible sin mayores inconvenientes.
Dicho esto, agrego: pero nada hay más agradable que tener el libro impreso en
las manos, sentir en el tacto el peso y el calor de la escritura, pudiendo
llevar el conocimiento en la mano, acariciando con la vista su formato y su
contenido.
Ello nos ha ocurrido con “La voz que me
despierta”, que la autora nos ha hecho llegar. Hemos tenido esa suerte y con
ella nos sumergimos en la lectura de su contenido que, lejos estas palabras de
ser una crítica literaria, nos impone sincerarnos y decir cuál ha sido el grado
de satisfacción al avanzar en su lectura, a la vez que nos es sumamente grato
dar noticia de esta nueva salida édita de la excelencia poética de Beatriz
Villacañas.
La mano y el corazón se unen en estrofas
de profunda significación, con que la autora da cuenta del tránsito de esa voz
que, como ella bien lo define, la atraviesa luego de despertarla al paraíso de
la palabra.
De aquí en más, la voz, inaudible para
los oídos, pero no para el corazón poético de la autora, será una constante que
hilvanará toda la obra, e irá reapareciendo desde su solapada ubicación, cada
vez que la autora nos recuerde que en la obra hay un hilo conductor
expresamente puesto y diseñado en la concepción que con anterioridad a la
materialización del libro vino obrando el señalamiento que Beatriz no ha dejado
de lado en ningún momento.
Ello hace que la creación se manifieste
desde la primera estrofa, y un cascabeleo interior le va dictando el poema. Ese
poema con que de a poco nos lleva con la solvencia que le conocemos por el
camino de su lirismo, pero que a la vez nos sorprende a cada paso, cuando construye
el edificio de las palabras dentro del ritmo, dentro de la rima, y con la
armonía con la que accedemos al buen decir que nos regala.
La temática goza de la libertad de la
pura creación, libertad que le permite bucear los caminos interiores de su alma,
y a la vez nos involucra en la delectación con que recibimos cada página del
bello libro.
Hemos mencionado la libertad temática, lo
cual no impide que Beatriz también se exprese en las formas estructurales en la
que los mayores escritores de nuestra lengua se han expresado desde San Millán
de la Cogolla a nuestros días, pasando por el soneto, herramienta en la que se
luce a la perfección, la lira, las cuartetas, sin desmedro de las poesías a las
que no les impone estos encuadres, pero que tienen el mismo vigor interior en
la sonoridad, en el ritmo, en el trayecto que lleva a un remate final con
sostenida elegancia demostrada página a página.
La profundidad del decir poético de la
autora, se palpita cuando sin importar sobre qué, Beatriz, nos dice de sus impresiones
que pueden viajar en el tiempo, en el espacio, a su propio interior, a las
visiones que se han presentado a su vista, a lugares que sin haberlos conocido,
le han comunicado el mensaje y ella retransmite a través de imágenes que recrea
con su poesía.
Beatriz, a la vez que humaniza el poema,
personifica elementos reales adjudicándoles acciones de su propia persona,
cuando dice que “La sombra tiene pálpitos, respira, se pone bajo el cielo… se
desnuda de amor, se tiñe el pelo, se maquilla sonándose, se admira”. Subyace,
además, en la poética de Villacañas, aquel otro Villacañas que le insufló el
amor por la poesía, y que conocimos con el nombre de Juan Antonio Villacañas,
su padre.
“La voz que me despierta” constituye un
universo poético, donde discurre la palabra de Beatriz mostrando que los
límites para encasillar su obra, están distantes y ello convierte a este libro,
como dijimos, en un manual de la buena poesía, que aplaudimos, agradecemos y
deseamos el merecido reconocimiento de los lectores.
Por Jerónimo Castillo
Argentina.
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