VÍCTOR SALAZAR
Víctor Salazar nace en Barcelona (Anzoátegui), Venezuela el día 23 de
abril de 1940, muere en Cabimas (Zulia) el 23 de febrero de 1983, ya
para cumplir 43 años de edad.
VÍCTOR SALAZAR POR GRACIELA TORRES
Hablar del poeta Víctor Salazar es hablar del mar, de la Isla de Coche,
piraguas, oleajes, redes, atarrayas; marejadas y más aún poesía
auténtica, esa poesía que se padece, poesía escrita desde el fondo del
ser mismo.
Víctor Salazar nace en Barcelona (Anzoátegui), el día 23 de abril de
1940, muere en Cabimas (Zulia) el 23 de febrero de 1983, ya para
cumplir
43 años de edad. La mayor parte de su infancia y adolescencia
transcurrieron en la Isla de Coche, es por eso que en ocasiones se le
ha
considerado como un poeta margariteño. Termina sus estudios de
bachillerato en Maiquetía, en los liceos Vargas, Chávez y Academia
Simón
Bolívar; ya más tarde a los veinte años de edad llega a Caracas, donde
ingresa a la Academia de Teatro Juana Sujo, trae también para esa época
su primer poemario Piragua escrito a los 16 años de edad y publicado a
los veinte años. Con Piragua se inicia Víctor en el mundo de la poesía,
su palabra es limpia, clara, de alto contenido lírico y grandes
resonancias marinas. En 1961 publica Sequía de las Palabras donde el
mar, el amor, la tristeza y la angustia existencial se evidencian en un
brillante trabajo poético.
A partir de esa fecha publica: Semejante al principio (1965) Primer
Premio del Tercer Concurso de Poesía de la Universidad del Zulia
(1966),
continúa su creación lírica y así nace El Desterrado, Cartas de la
Calle
Victoria, una elegía para Rosalba (1967), Rebelde y cotidiano (1969),
Tengo algo que decir a ese Río Bolívar (1960), Poema al Libertador, Ese
Tropel de Luces (1973) y Travesía (1982). De estos dos últimos, el
primero logró el premio Gabriela Mistral (1978) y el segundo Premio del
Banco del Libro (1982) con derecho a publicación y aún no publicado.
Como periodista colaboró en Venezuela en La Esfera, El Universal, El
Nacional, Revista Nacional de Cultura, Revista Imagen, Lírica Hispana,
Poesía de Venezuela, Tricolor y las ediciones Vez y Poesía; en el
exterior publica en Espiral (Bogotá), Nivel (México) y Barrilete
(Buenos
Aires).
Dejó inconclusa una novela: Los papeles de Leandro.
En el terreno poético Víctor Salazar una de las mejores voces de los
años 60, murió cuando tenía mucho que dar a nuestro país como lo que
verdaderamente era: un poeta de gran sensibilidad, verdadero y auténtico
con la poesía, consigo mismo, con los amigos y con las verdades que
encontraba a su paso.
Rendimos un homenaje a su palabra poética.
Graciela Torres. Poeta, ensayista y médica venezolana.
Texto tomado de la Revista Nacional de Cultura Nº 301, Junio 1996.
SELECCIÓN POÉTICA
El hombre se internaba en el amanecer de los escombros
mientras una goleta de cuyo corazón emergían tempestades
inclinaba su rumbo entre ramas.
Este es el fuego de la noche que sube en su moneda de sangre,
la destrucción y el miedo de piélagos dormidos, la húmeda
travesía donde la sed de los bauprés descubre el acendrado
impulso del asombro.
Aquí, golpe de mar, afluencia, botavara de lluvia, eres siempre
un asedio de arena, un paso atado al vértigo, un sueño contra
el ímpetu azul de las embarcaciones.
Aquí, desconocida en medio de las llamas, sea un huracán de
soledad en los ojos, alce la voz tras el dolor su espera, concluya
sangre el vendaval, y abra en la tarde el caracol su norte.
¡Oh brújulas nacidas para el color del llanto! Insensible es el
cuerpo de las islas. Salobre, mar, la marcha que precede los
vestigios del humo.
¿Qué pájaros vinieron a levantar la huella de las grandes
linternas sobre la incitación de los veleros?
No, no podemos contemplar el cruce de las rutas donde el niño
se cubre en papagayos entre una hora que mantiene aún la
frase de los labios no atados al silencio.
De: Sequía de las palabras
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Ando descalzo
con ciertas ganas de violentar mi situación
y comprender
que no me perteneces
que te amé desde una imagen lejana
desde lo que no tiene sitio ni momento preciso
La forma que conozco no me permite asirte
pero sé que te opones
que te abandonas al gozo inexplicable de caminar conmigo
que me amas vencido
y solitario
y solo
que no siempre me encuentras y abandonas
Cuerpo mío:
a veces la manera de hallarte no es la misma
pero me perteneces
Mucho más ancho y verdadero
más necesario en lo que eres y en lo que puedes ser
Mucho más necesario
Y
sin embargo mucho más al acecho de mi muerte.
De: Tropel de Luces
He ido al fondo de mí. He puesto en evidencia la sangre de los que
permanecen bajo tierra. He roto los impulsos y apartado los días. Pero
nada ha cambiado. La ciudad permanece a mis espaldas. La edad se ha
reducido a la violencia, a la sangre de algo inevitable. En el contorno
de mi generación los asesinos mutilan y combaten a sus víctimas. Yo el
habitante solitario. El exiliado múltiple. Debajo de mis ojos está el
mañana de un sobresalto taladrado. Empiezo aquí. Sobre las sombras,
detrás de las ventanas. Sólo podré alcanzar los restos de una historia
distinta. Otro silencio, y otra voz saturarán los puentes, las
violaciones, los pantanos, otro silencio y otra voz treparan al cuelo
de
las tempestades. Y, aún más, con todos los dominios de la sed velaremos
el último cadáver.
Empiezo a despertenecerme, a despojarme de gestos habituales, a
triturarme entre los desperdicios.
Alrededor el mediodía de una miseria
incontrolable se prolonga. Llego a mirarme como una antigua soledad de
calles. Por ellas trepa el incendio de noches recién engendradas. Dos
fechas resucitan. Una espera sin voces recomienza. A partir de aquí la
memoria recorre muchos años. Se reavivan señales, fiebres
atrincheradas,
cercanías apenas entrevistas.
Desde ahora confluyo hacia el olvido. Ignoro la protesta. Ni un solo
sitio donde afrontar la edad descuartizada. Desterrado a otro tiempo.
Ahogado al paso de los trenes.
De: El Desterrado
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