Poema
Loado seas, Señor, El Unico Poeta;
porque sólo Tú encarna,
con Tu vida, poema, sacrificio, gloria,
la lumbre y el fulgor de la Palabra.
Ser poeta es un peso nostálgico
de paraíso azul sobre la espalda.
Es sentir el pensar,
cual se siente en el pecho el filo de la daga.
Es saber sin saber el porqué de la rosa
y los oros translúcidos del alba.
Es mirar las criaturas, como un niño,
con mirada de asombro en las entrañas.
Es predecir el además incógnito
del corazón del mundo del mañana.
Es dejar rescoldo de luceros
en el hueso de sombras de la nada.
Es volcar en un himno
el caudal sumergido de las lágrimas
y levantar, con piedras de silencio - ¡oh magia del delirio! – ,
una casa de luz en la desgracia.
el caudal sumergido de las lágrimas
y levantar, con piedras de silencio - ¡oh magia del delirio! – ,
una casa de luz en la desgracia.
Es denunciar el hambre de justicia
que excandece los cielos cuando sangra
y claman, desde el púlpito tiempo, por los últimos
cuando se asfixia el grito en la garganta.
que excandece los cielos cuando sangra
y claman, desde el púlpito tiempo, por los últimos
cuando se asfixia el grito en la garganta.
Es dejarse mover por El Espíritu, para recrear los seres
vistiéndolos de música y de gracias;
vistiéndolos de música y de gracias;
Transfigurar la espina
en el prodigio de una rosa intacta.
en el prodigio de una rosa intacta.
Es, amigo, escuchar, más que con los oídos, con los ojos,
el cósmico silencio de nubes y galaxias
y contemplar, atónitos y humildes, las huellas del Amor
que miró a las criaturas hermoseándolas.
el cósmico silencio de nubes y galaxias
y contemplar, atónitos y humildes, las huellas del Amor
que miró a las criaturas hermoseándolas.
Loado seas, Señor, por Tu eco minúsculo, el poeta;
porque sus labios fueron tocados por Tu brasa;
porque sus labios fueron tocados por Tu brasa;
Porque sólo el poeta palpa el latido lumbre
de Tu rojo silencio, dintel de La Palabra,
sin apagar la música
del último lucero en la alborada.
de Tu rojo silencio, dintel de La Palabra,
sin apagar la música
del último lucero en la alborada.
Fray Jerónimo Verduzco, O.F-M-
México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario