lunes, 18 de marzo de 2019

JESÚS GOITE CÓRDOVA UN GRAN VALOR EN LA CUENTÍSTICA VENEZOLANA



HA LLEGADO A NUESTRA REDACCIÓN EL LIBRO "CUENTOS" DE JESÚS GOITE CÓRDOVA, ESCRITOR VENEZOLANO, QUIEN NOS SORPRENDE CON SU PRIMIGENIA OBRA Y 19 RELATOS DE GRAN CALIDAD EN UN GÉNERO TAN DIFÍCIL Y DE CUYA ARDUA TAREA SALE AIROSO. 

EL AUTOR SE ENCUENTRA EN LA LÍNEA DE LOS GRANDES MAESTROS DE ESTE GÉNERO, SITUADO EN NUESTRA ÉPOCA CON ALUSIONES A LAS COSAS COTIDIANAS, CON UN ESTILO CÁLIDO Y VIBRANTE. 

CON UNA TÉCNICA DE EXPRESIÓN COLOQUIAL DIRECTA Y SIMPLE, EN LA LÍNEA DE UN GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (EL REALISMO MÁGICO), QUE EN ESTE CASO LO HACE MUY SUYO, O SEA CON UN SELLO INCONFUNDIBLE.

ESOS ELEMENTOS QUE SE DAN EN SU IMAGINACION O QUE MUY BIEN SE ENCUENTRA EN SU ANDAR LE BRINDA LA POSIBILIDAD PARA DESENVOLVERSE EXITOSAMENTE EN ESTE LIBRO.

EN EL PROLOGO NOS DICE EL CRITICO EDGAR VIDAURRE: 


Venezuela (a pesar de no haber formado parte oficialmente del llamado "Boom latinoamericano", ese de García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa y pare usted de contar) ha tenido unos narradores y unos cuentistas de primera línea. Basta con nombrar a Julio Garmendia, Salvador Garmendia, Francisco Massiani, Guillermo Meneses, Carlos Noguera, Adriano González León y un gran etcétera que incluye al mismísimo Arturo Uslar Pietri, quien fue el que introdujo en toda Hispanoamérica, el término: "Realismo mágico", como el movimiento literario y pictórico de mediados del siglo XX y que se define por su, preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común.

En palabras del propio Uslar: Lo que vino a predominar en el cuento y a marcar su huella de una manera perdurable fue la consideración del hombre como misterio en medio de datos realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad. Lo que a falta de otra palabra podrá llamarse un realismo mágico.




























SACRILEGIO


¿Quién me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarte los clavos
a Jesús el nazareno?

Saeta popular
Folclore español

¡Sacrilegio...! ¡Sacrilegio...! Gritaba la mujer al salir despavorida de la iglesia, era una mujer regordeta con largo faldón negro, al cruzar la polvorienta plaza parecía flotar en el aire; Ramón el fotógrafo hizo un alto en sus labores y alzando los hombros se dijo "y a esta pazguata que le pasa", luego levantó la negra manga de su cámara e introdujo la cabeza para colocar la placa fotográfica, en esa posición daba la sensación de ser engullido por un avestruz de tres patas. Un murmullo de personas que se acercaban le 'hizo levantar la cabeza, pudo ver un grupo que se dirigía a la iglesia, encabezados por la mujer del negro faldón y el cura del pueblo. Se unió a la multitud, y al entrar a la iglesia casi todos hicieron una leve genuflexión y se persignaron, siempre guiados por la mujer de los gritos se dirigieron al lado izquierdo de la nave para irse a arremolinar alrededor de un mesón, donde todos con asombro pudieron contemplar al Cristo con sus brazos en cruz acostado de espaldas y reposando su cabeza sobre un cojín. Al reponerse de la impresión pudieron ver la cruz tirada a lo largo apoyada a una columna.

Entonces comenzaron las conjeturas y opiniones sobre quien o quienes podrían ser los responsables de tan sacrílego acto, pues en el pueblo jamás había ocurrido acto vandálico alguno; mientras todos comentaban y se movían de un lado a otro, el sacerdote pudo comprobar que no tallaba nada, así como tampoco habían serles de que alguna otra imagen haya sido violentada.


A causa del estupor que en todos había causado el hecho, nadie había notado la figura delgada de un hombre oculto detrás de una columna; se trataba de José "el loco", como era conocido por todos desde siempre, pues su presencia en el pueblo se perdía en la memoria de los habitantes, nadie sabía cuándo ni de donde había llegado; al reparar en él, comenzaron a interpelarle: ¿quién, o quiénes fueron?, ¿a quién o a quienes vistes?, todas estas preguntas y otras más se las hicieron en forma atropellada y acompañadas de miradas inquisidoras, a toda esta descarga de interrogantes la única respuesta que recibieron fue un movimiento negativo de cabeza y la mirada inexpresiva de unos ojos de extraño brillo que parecían no mirar nada. Pasado el revuelo y aprovechando que entre los presenten se encontraba el carpintero del pueblo, se nombró al grupo que se encargaría de volver a colocar al Cristo en su cruz. Al dispersarse la gente en pequeños grupos surgieron muchos comentarios, hipótesis y hasta chistes; no faltó quien irónicamente acusara a José, aunque también hubo quien lo defendiese con el argumento de ser mucho trabajo para un solo hombre, pero el que acusó a José defendió su ponencia alegando que inexplicablemente los locos estaban dotados de una fuerza extraordinaria, de esta manera surgió la duda en muchos de ellos, y concentraron sus sospechas en José. Así durante algún tiempo en las reuniones, en el bar, en tertulias y en cualquier evento salía a colación el caso de José y de otros locos que en situaciones apremiantes habían hecho gala de descomunal fuerza, así como la capacidad que tienen para sobrellevar el, hambre y soportar la intemperie; también se comentaba el hecho ocurrido. cuando el carpintero y sus ayudantes clavaron de nuevo a Jesús en la cruz, José contemplo con horror la labor de aquellos hombres que recreaban ante él un hecho acontecido hace ya más de dos mil años, al terminar su tarea y pasar frente a él, este les dirigió una mirada acusadora.

Lentamente fueron pasando los días, semanas y meses, y poco a poco el asunto del Cristo se fue olvidando; el pueblo seguía viviendo sus días de calurosa y pesada calma, ya ni en el bar, ni en las tertulias de la plaza, ni los que en busca de sombra se sentaban en sillas apoyadas en dos patas y recostadas contra las casas en las tardes de calor se volvió a hablar del asunto.

Al acercarse la fecha de las fiestas patronales las mujeres del pueblo con esmero y dedicación organizaban rifas y tómbolas, también con devoción se ocupaban de todo lo concerniente a los arreglos y decoración de la iglesia; cada beata tenía una tarea asignada, por casualidad le toco bordar el nuevo mantel de la mesa donde se oficia la misa a la misma mujer que tiempo atrás había hecho el descubrimiento del sacrilegio asunto del Cristo, se encontraba tan absorta en tomar las medidas que no notó la novedad, solo al terminar y echarse al cuello la cinta métrica se dispuso a salir, al levantar la cabeza quedó horrorizada al notar nuevamente la falta del Cristo, se hizo la señal de la cruz y tan despavorida como la primera vez salió dando voces, al cruzar la plaza despertó al polvo que aun dormía en la quietud de la mañana, el fotógrafo todavía no había instalado su cámara, se disponía a hacerlo cuando los gritos le sobresaltaron, sin pensarlo corrió en sentido contrario al que llevaba la mujer y entro a la iglesia, se dirigió al sitio donde se encontraba el Cristo, no se sorprendió pues la situación era semejante a la anterior, se preguntó: ¿Quiénes o quien estaría actuando con tal pertinacia?, ¿Quién o quienes volvían a cometer tal apostasía?; el murmullo de la gente le sacó de sus cavilaciones, entonces recorrió con la vista la escena, se estremeció al reparar en un detalle que la gente ya aglomerada en el sitio no había notado, en el mesón como la vez anterior yacía en reposo el cuerpo del Cristo, se acercó y sintió un escalofrío al comprobar lo que a la distancia le había parecido una ilusión óptica causada por la luz que a esa hora de la mañana se colaba por los vitrales; pero sí, era cierto lo que veía, el Cristo reposaba con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el pecho, teniendo entre sus manos entrelazadas una rosa que había sido tomada del pequeño florero colocado en la mesa que servía de altar a la Virgen.

Al rato todos estaban alrededor del Cristo, y los comentarios no se hicieron esperar, como la vez anterior surgieron conjeturas y se hicieron acusaciones, luego acordaron volver a clavar al Cristo en la cruz: en eso alguien alertó sobre la imposibilidad de la tarea, debido a que el Cristo tenía los brazos cruzados sobre el pecho, y por ser de yeso se quebrarían al tratar de ponerlos en su posición original. Todos se inquietaron debido a la proximidad de las fiestas patronales dedicadas al Cristo que le daba nombre al pueblo.

Ese año se celebraron las fiestas sin la tradicional procesión del Cristo. Luego de las festividades se organizaron tómbolas, rifas y bailes con la finalidad de recabar fondos, para la adquisición de un nuevo Cristo, así como también se recibían donaciones especiales en efectivo y joyas con el mismo fin. Todos los esfuerzos del pueblo y la iglesia estaban dedicados por completo a reunir el dinero necesario para la compra del nuevo Cristo, a la vez que poco a poco se olvidaban del Cristo en reposo.

Y como la vez anterior se fueron olvidando las sospechas que recaían sobre José, y este seguía su vida normal que consistía en barrer los alrededores de la iglesia, hacer algunos mandados a las vecinas, sus esporádicas escapadas a los montes cercanos y sus largas caminatas por la carretera hasta algún caserío vecino donde pasaba algún tiempo, para luego volver al pueblo sin que nadie echara de menos su presencia.

Pasaron los meses, y al tener el dinero suficiente se hizo el encargo del nuevo Cristo a un escultor famoso de un lejano país. Al llegar el aviso del próximo arribo del Cristo al puerto de la capital, fue nombrada una comisión para hacer el recibimiento y el posterior traslado hasta el pueblo, para tal fin además del cura de la parroquia se seleccionó a lo más selecto de la sociedad del pueblo. El Cristo fue recibido con honores en el puerto, y para transportarlo se contrataron los servicios de un pesado camión.

El "loco" José se alejaba del pueblo en sus acostumbradas caminatas, cuando vio a lo lejos una nube de polvo que se acercaba, al llegar hasta él se hizo a un lado de la carretera y el enorme camión paso cerca de él como un cometa dejando tras de sí su enorme cola de polvo, pudo ver sobre la plataforma del vehículo al nuevo Cristo crucificado mostrando en su cara ensangrentada una mueca de dolor. Por un momento se detuvo, luego quiso seguir su camino, más el recuerdo de la faz agónica del Cristo le hizo volver sobre sus pasos por el empinado camino, para perderse en la nube de polvo dejada por el camión.


Tomado del Libro "Cuentos" del autor José Goite Córdova. Seleccion I. Caracas. Venezuela. Año. 2018. pp. 47,48,49,50,51. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario