martes, 19 de junio de 2018

POETAS VENEZOLANOS



FRANCISCO PEREZ PERDOMO


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ESE ES MI NOMBRE 

Francisco me nombran, 
esa es mi gracia , y soy de estos lugares, 
nací en esta tierra llamada tierra de nubes 
un día dieciséis de septiembre 
de mil novecientos treinta, entre 
los árboles, los bosques y un viento 
que salía a menudo 
de unas vasijas, gigantes 
y se ponía a dar carreras 
por la cercana plaza. 
Vine al mundo 
escoltado por insectos luminosos, 
ardillas y lagartos. 
Pocos días después de mi nacimiento 
unas lechuzas y unas serpientes 
me secuestraron 
y me ocultaron en un recodo de los campos. 
En ese lapso no me vieron mis padres. 
Cuando al poco tiempo 
me liberaron mis secuestradoras, 
crucé el páramo 
acostado en las faldas de mi madre 
que iba a caballo 
en una yegua flaca y castaña. 

Asi llegue a una vecina aldea. 
Diriase que _me raptaron los pdjaros 
y en una nueva comarca me asentaron. 
Crecieron mis pies 
por montes y barrancos, enredados 
entre una hierba rala 
y andrajosa y una vegetacion 
espectral que gemia dia y noche 
trepando por las tapias. 
De trecho en trecho una acequia 
muy triste que cruzaba el solar 
me amarraba las piernas, 
me tumbaba sobre los matorrales 
y luego como una sibila me arrullaba. 
Mi cuerpo poco a poco se fue alargando 
en las mesetas detrás de aquellos 
papagayos que escribian en la esfera 
celeste signos indescifrables 
y en cuyas colas me colgaba. 
Por macho tiempo fueron los papagayos 
mi cordon umbilical. 
Un dia, un dia sus hilos me arrastraron 
en carrera desenfrenada 
por la meseta más grande. 
Entonces me fui elevando, me fui alejando 
de la tierra y volviendo repetidas veces 
los ojos hacia atrds 
la veia ahora no sin cierto sobresalto, 
embrujado sobrevolaba las distancias. 
Sin darme mucha cuenta me fui convirtiendo, 
casi insensiblemente, en un punto remoto 
apenas discernible en los espacios. 
Asi transcurrieron muchos años 
de una existencia aventurera y ávida.

Con suma felicidad 
y arropado con las capas del cielo 
hubiese pasado, allí toda la vida 
descifrando aquella escritura 
y haciéndole señales al mundo 
con una lámpara blanca 
a ratos muy agitada entre mis manos. 
Correteaba por la luna. 
El silbido de los astros 
era la flauta mágica que me retenía 
en tan altos lugares. 
En mi familiaridad con las estrellas 
los ruidos del suelo no laceraban mis oídos. 
Hablaba en voz alta a las constelaciones. 
Vivía en suspenso una hazaña fugitiva 
que hubiera querido eternizar. 
El viento giraba más abajo. 

Al cabo de los años, desplomado 
en el traspatio de la casa, encima 
de unos cactus y unos pretiles rotos, 
con las ropas astrosas 
y las encías desdentadas, encontraron, 
víctima de una imposible enfermedad, 
a un hombre muy viejo 
y arrugado que aferraba unos escombros 
de papel contra su pecho 
y los cuales podrían ser un papagayo. 


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BIOGRAFIA


Nació en Boconó, Venezuela, en 1930. Poeta y crítico literario, formó parte de los grupos Sardio y El Techo de la Ballena. Fue Fundador de la Revista Sardio. Premio Nacional de Literatura en 1980. Su primer libro Fantasmas y enfermedades (1961), convoca a seres extraños, fantasmas que pueblan sus sueños y pesadillas. La crítica ha señalado en la obra de Pérez Perdomo la influencia de grandes creadores como José Antonio Ramos Sucre y Henri Michaux. En Los venenos fieles (1963) recurre al humor negro y los temas cotidianos del hombre. Con Depravación de los astros, obtuvo el Premio de la Bienal José Rafael Pocaterra en 1966. En 1983, la Editorial Monte Ávila recogió toda su obra en el volumen antológico Huéspedes nocturnos. Posteriormente ha publicado Ceremonias(1976); Círculo de sombras (1980); Los ritos secretos (1981); El sonido de otro tiempo (1991); Lecturas(1994); Y también sin espacio (1996) y El límite infinito (1997).


Fuente: Revista Nacional de Cultura. Octubre - Noviembre - Diciembre. Año 1986. Caracas - Venezuela. Nº 263.

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