POETA - RAMON PALOMARES
Nació el 7 de mayo de 1935 en Escuque, Venezuela.
Maestro y licenciado en lenguas clásicas.
Contribuyó a la formación del grupo Sardio, que editó la revista homónima entre 1958 y 1961, y en el cual figuraban Adriano González, Salvador Garmendia, Guillermo Sucre y Francisco Pérez Perdomo, entre otros, que luego formarían la agrupación vanguardista El techo de la ballena.
Colaborador en El Farol, Papel literario, Poesía de Venezuela y Revista Nacional de Cultura. Su poesía es una síntesis de cierto surrealismo mezclado con vocabulario coloquial en la que trata de temas históricos y narraciones heroicas. El Reino (1958), Paisano (1965), Honras fúnebres (1965), Santiago de León de Caracas (1967) y El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas(1969) destacan entre sus trabajos.
Ramón Palomares falleció el 4 de marzo de 2016, en Mérida, Venezuela.
Obras
El Reino 1958
Paisano 1964
El ahogado 1964
Honras fúnebres 1965
Santiago de León de Caracas 1967
El vientecito suave del amanecer con los primeros aromas 1969
Poesía (1958-1965) 1973
Adiós a Escuque 1974
Poesía 1977
Elegía 1830
El viento y la piedra 1984
Mérida, elogio de sus ríos 1985
Alegres provincias: homenaje a Humboldt 1988
Trilogía 1990
Mérida, fábula de cuatro ríos 1994
Lobos y halcones 1997
Ramón Palomares 2004
El canto del pájaro en la piedra 2004
El reino de Escuque 2005
Vuelta a casa 2006
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Más Allá De Nosotros
Conversaciones que venían
Hoscas
Buscándonos
Gentes del sueño y Gentes del Viento
Árboles ventosos y golpes en el corazón
Y al cabo estábamos volando
conversando
Árboles ya y gentes del sueño y vientos
(con el alma errada y un errante árbol
Furiosos, Incorpóreos,
dando vueltas en torno a la vida
y desentrañándonos
desentrañándonos
Más allá de nosotros
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Una Forma De Ser
Aquí llega el noche
el que tiene las estrellas en las uñas,
con caminar furioso y perros entre las piernas
alzando los brazos como relámpago
abriendo los cedros
echando las ramas sobre sí,
muy lejos.
Entra como si fuera un hombre a caballo
y pasa por el zaguán
sacudiéndose la tormenta.
Y se desmonta y comienza a averiguar
y hace memoria y extiende los ojos.
Mira los pueblos que están
unos en laderas y otros agachados en los barrancos
y entra en las casas
viendo como están las mujeres
y repasa las iglesias por las sacristías y los campanarios
espantando cuando pisa en las escaleras.
Y se sienta sobre las piedras
averiguando sin paz.
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